martes, mayo 29, 2007

Naturaleza cuestionada





Las pequeña cosas son las que adornan la vida; las grandes también.


A Fusco le gusta comer rollitos de jamón de pavo cocido rellenos de queso emmental y envueltos en bizcocho a modo de emparedado.
También le gustan otras cosas.
Le gusta casi todo.
A Fusco le gusta comer todo.

Fusco quiere que compre una motocicleta, que nos tatuemos una serpiente en el pecho y que vayamos a las concentraciones de moteros. Insiste en que le deje conducir a él. En ocasiones se diría que es un poco obstinado. Es posible que incluso me agote.

Yo: Fusco, recuerda que eres un perro...

Él: ¿Tú no?

viernes, mayo 25, 2007

Visto o no visto






Como todas las tardes, Fusco y yo salimos a dar una vuelta. Yo me relajo, él otea mestizas.

De vuelta a casa, a pocos metros del portal, me encuentro con una antigua novia de adolescencia. Hace doce años que no la beso.

-¿Qué has hecho todo este tiempo?
- No mucho; ya ves - señalo a un Fusco atento.
- ¿Me amaste?

¿Déjà-vu?

- Bueno, yo...
- No cambiarás nunca. Igual de dubitativo que cuando yo era la mujer de tu vida. ¿Sigues con esa manía tuya con Hamlet?
- Bueno, es posible que...
- !Dios mío, eres el de siempre! ¿Y este perro?

Fusco la mira con atención inusitada. Me da miedo.

- Recuerdo que decías que la felicidad era leer un libro mientras se escucha música con un perro al lado. Nunca me incluiste en la ecuación.
- Era un metáfora fácil. Lo que realmente quería decir es que tú eras todo lo que necesitaba para ser feliz.
- !Ja, ja! Igual de zalamero, igual de cuentista.

Miradas encadenadas.Un autobús pasa a nuestro lado apagando su voz con un atronador ruido a motor desajustado. La pausa regalada me permite observarla. Hermosa. Melena castaña clara e iluminados ojos verdes. Camiseta blanca y pantalón vaquero; no necesita más. Magnífico envoltorio pero pobre comparado con su esplendoroso contenido. Quiero estirar el tiempo.


Ofrezco un café. Tensión.
Acepta.

En una cafetería:

- ¿Por qué acabó todo?
- Porque yo conocí a otro. Era más atento, considerado, guapo, inteligente, atractivo y alto que tú.
- ¿Mejor amante?
- También, por supuesto. !Ja, ja! Se me olvidaba tu testosterona.

Fusco olfatea a mis pies. Sé que está rastreando mi ego.

- ¿Sigues con él?
- No. Apareció, otro más atento, considerado, guapo, inteligente, atractivo, alto y mejor amante que él.

Me sigue asombrando su memoria. Recuerdo que cuando repetíamos un restaurante dos veces ella ya no necesitaba leer el menú.

- Bueno tengo que irme.
- ¿Tan pronto?
- Han sido diez minutos. Tú solías ser más rápido.
- ¿Volveré a verte?
- No lo sé. Adiós.
- Adiós.

Y mientras aquella mujer, que hacia años me había emborrachado en felicidad, se aleja entre las mesas, yo acaricio una oreja a Fusco que me dice que no me preocupe, que tiene mi ego bien agarrado con una pata.
Pero al llegar al final de la terraza, ella da la vuelta y camina de nuevo hacia mi. Miro la mesa buscando el objeto que no se ha olvidado. Se acerca. Ya está aquí. Sonríe. Me coge la barbilla, me besa en la mejilla y susurra al oído:

- El tiempo en que estuvimos juntos fui feliz.

A veces la fuerte pata de Fusco no es suficiente para agarrar un ego disparado hacia el cielo.

En una mesa cercana una perra mestiza se relame mientras su "ama", una hermosa...

jueves, mayo 24, 2007

Manifiesto vital




Hoy estoy triste.

La vida se ha manifestado una vez más con toda su fuerza demoledora, como siempre sin decoro, ante los ojos de mi amigo.

El dolor cuando intenso es hueco. Miles de afiliadas agujas de hielo se clavan en tus entrañas para desaparecer en cuanto te desgarran dejando nada que atrapar, nada que curar, simplemente vacío. Hoy lo he visto una vez más, lo he sentido cerca, próximo, tan familiar como temido, declarándose con arrogancia el amo del alma de quien yo quiero.

Y es la egoísta necesidad de aliviarle la que me obliga, en empresa deseada, a compartir ese sentimiento, a intentar ingenuamente que los dardos que le acuchillan los reparta conmigo, ofreciéndole una mano que, en gesto mudo grita que deseo un poco de su angustia, con la ingenua esperanza de que con ello el dolor, al dividir sus fuerzas, acabará debilitándose. Pero el dolor vence, el dolor se burla como el anzuelo lo hace del pez, que intentando librarse del mortífero acero no hace sino suicidio de sus ansias de vivir.

Hoy no es día de soluciones ni de análisis argumentados, es el momento del sufrimiento. Hoy es la fiesta del desconsuelo. Callemos, dejémosle que se nutra, que nos posea y lo haga pronto, porque el dolor, cuando es de verdad, sólo se muere de saciado.


Fusco me huele triste, me sabe triste. Mire a donde mire encuentro su mirada. Quiere que sepa que no estoy solo.

martes, mayo 22, 2007

Perros y gatos negros







- Fusco, ¿eres supersticioso?

- No. Puedo tolerar la incertidumbre.

sábado, mayo 19, 2007

Huida y viaje





Una vez viajé a un país lejano.
Tenía la esperanza de que un lugar exótico despertaría en mi la capacidad anhelada de experimentar sensaciones desconocidas.
Después de dos días de templos y fortalezas, y mientras descansaba comiendo unas uvas a la sombra de un árbol del sándalo, una pepita se alojó entre dos muelas. De pronto me di cuenta que lo que realmente sentía era una inquietante necesidad de hilo dental, la misma que unos meses antes había provocado una minúscula porción de pulpo durante una comida familiar. Todo ello me llevó a pensar que por lejos que me fuese no habría lugar tan remoto en el mundo al que poder ir sin que el sol que me alumbrase no fuese el mismo.

Hace poco tiempo, un olor peculiar, me hizo recordar que yo, una vez hacía algunos años, había estado en un país lejano, y de pronto sentí una sensación extraña, intensa y desconocida, que me hizo recordar que el milagro de una semilla es que a pesar de su aparente silencio, conserva intacta toda su potencia generadora de vida durante muchos años.

Fusco y yo nos preparamos. Mañana salimos de viaje.

martes, mayo 15, 2007

El huevo y la gallina





Incomparable placer el que produce leer una una guía turística de Austria tumbado en un enorme sofá, al tiempo que un furtivo rayo de sol primaveral te acaricia suavemente la mejilla.

- Fusco, ¿qué fue antes, el sexo o el amor?

- El amor.

viernes, mayo 11, 2007

Exiguas notas para una melodía





A veces me siento inspirado, y la clarividencia despeja la incómoda neblina de la ignorancia permitiendo que la luz entre a raudales en mi confuso pensamiento.
Siete notas bastan para crear todas las melodías. Tres partículas son suficientes para formar los átomos y, simplemente con ellos, toda la materia del universo. Galaxias, estrellas, los planetas, el calamar e incluso yo, no somos más que una insignificante suma de átomos caprichosamente ordenados, lo que hace que la esencia de las cosas sea algo tan fugaz como el tiempo en que la materia que las constituye permanece unida dándoles forma.

Y Fusco pregunta:

-¿Crees entonces que es cuestión de que una mestiza enamorada engorde para que me quiera más?

miércoles, mayo 09, 2007

Efecto Sagnac





Mis helados favoritos son los de chocolate y los de vainilla. Fusco prefiere los de chocolate con vainilla y fresa, o los de tutti fruti, limón, turrón y moras.

Cuando salimos de la heladería vemos un tumulto. Cientos de personas bien vestidas se agolpan para ver salir a un político de una zapatería. ¿Qué tendrán que ver las elecciones municipales con las sandalias y los tacones?


- Fusco - lametón al helado - ¿Crees - lametón al helado - que debería casarme?

- Sin duda - lametón al helado - Las carreras que más me gustan - lametón al helado - son aquellas en las que está asegurado - lametón al helado - que no acabarán nunca en empate.


Y saboreando nuestros helados nos alejamos lentamente.

sábado, mayo 05, 2007

Reflejos marinos






Después de una buena noche con un mejor sueño, Fusco y yo decidimos regalarnos un crucero. Es sábado, hay sol, abundancia de manga corta y mucha visera ancha.
Atravesaremos el océano: partiremos de Vigo y arribaremos en Cangas.


- Fusco, tienes una garrapata.

- Yo diría que es la garrapata la que me tiene a mi.


En el ascensor coincidimos con otros viajeros. Un hombre con mirada, un perro labrador y una garrapata. Los seis, entramos en el ascensor. Unos de frente y otros por atrás.


- Buenos días.


Salimos y pienso en voz alta:


- ¿Se lo pasarán tan bien como nosotros?

- No lo dudo en absoluto. - Fusco me responde - Pero descuida, les preguntaremos cuando coincidamos al regresar a casa.

viernes, mayo 04, 2007

Efectos secundarios





Pocos placeres pueden compararse a la fascinante sensación de un paseo por la playa a las tres y media de la madrugada de un miércoles, alumbrado por una arrogante luna llena y en compañía de tu perro.


Cuatro menos cuarto de la mañana. Hora del regreso.
Subimos al auto. Fusco me pide que le deje conducir. Le digo que ya está bien de mamonadas; una autovía no es una carretera comarcal. Se sienta a mi lado.

Ciento treinta quilómetros por hora. Brian Ferry suena en una emisora portuguesa. Coreamos a grito pelado: "Don´t stop the dance". Lo hacemos mal, muy mal.
A unos trescientos sesenta y dos metros aparece una figura.

- ¿Qué es eso? - pienso en alto y Fusco responde.

- Una mujer, joven. Cabello castaño con mechas ceniza. Gafas de sol. Gesto enigmático sobre facciones perfectas. Viste una camiseta blanca de tirantes con un logo en letras vintage color verde que reza: "Si me amas, olvídame. Yo ya no te conozco". Falda vaquera de una cuarta y cinco dedos de envergadura de la que asoman dos largas extremidades que se apoyan en sendas sandalias de piel de becerro teñidas azul lapislázuli y sin tacón. En el brazo derecho reloj digital sin batería, en el izquierdo, por encima del codo, un brazalete de oro blanco y ópalos negros engarzados. Carga una pequeño bolso de fibra vegetal, del que asoma una armoniosamente cincelada cabecita de perrita mestiza. La marca de las gafas no la veo; está muy lejos.
Está haciendo dedo.


La sobrepaso y me detengo a unos veinticuatro metros y medio.
Ella corre: una, dos, tres... Cuento sus zancadas: dieciocho. Tiene las piernas largas, largas, largas.
Sin mediar palabra entra en el coche.

- Hola - digo
- - no responde
- ¿A dónde vas?
- Más lejos.
- ¿Huyes?
- ¿Tú no?
- Pareces francesa, yo diría que normanda.
- Lo soy.
- ¿Regresas a Francia?
- Si te detuviste porque al ver que soy una preciosidad te imaginaste que tendrías una aventura conmigo te has confundido. Conduce y respeta mi silencio, por favor.

Sigo callado. No puedo evitar mirarla de reojo. Parece una actriz. Creo que la vi en una película francesa en blanco y negro.

- Detente, por favor.
- Pero... - me quejo - Estamos el medio de un bosque.
- Detente, hazme caso, por favor.

Y detenidos en una curva, rodeados de una arboledas a dieciocho quilómetros de casa, y con una temperatura exterior de once grados la francesa se apea del coche y mientras cierra la puerta se dirige a mi.

- A veces estas cosas suceden


Se aleja.
Me siento triste, pero todo cambia de repente.
Tras caminar unos pasos regresa, abre la puerta y añade:

- O te gustaría que sucediesen...

Entonces se marcha hasta desaparecer fundida en su propia sombra.


Y mientras Brian Ferry suena en una emisora portuguesa, miro hacia atrás y veo que Fusco duerme.

miércoles, mayo 02, 2007

Mensaje encriptado





A veces la paradoja nos sorprende, como la caída una nevada en el mes de mayo. Quizás todo sea un truco para obligarnos a sentar frente a una chimenea, encender el fuego y esperar a que las llamas den lugar a la parpadeante luz de las brasas, que aniquilando las palabras, despierta a la razón.

Y es entonces, tras unos minutos, cuando el crujido de la piña descompuesta remarca el silencio y la madera incandescente refleja el sol, que me doy cuenta de que por un instante el tiempo no existe y entonces, como si de de un perverso artificio se tratase, veo con claridad que todo es nada y que nada es todo.

Y tras permitir que el calor amigo nos alivie del peso de la bota húmeda, Fusco y yo, nos levantamos. Yo sonrío y él mueve el rabo; estamos contentos. Ninguno de los dos ha perdido la esperanza.