miércoles, agosto 29, 2007

Ineptitud regocijada




Para Fusco y para mi hay grandes diferencias entre el mar y el río.
Cuando vamos a la playa siempre nos bañamos. Yo nado aproximadamente dos millas y siete cables, Fusco no mide las distancias. Tras el chapuzón paseamos por la orilla y observamos.

En el río yo lanzo piedras y Fusco me dice si harán "plop" o "splash"; normalmente acierta. Yo no sé cómo lo hace, lo que ha sido un acicate para que yo haya tratado de encontrar una explicación a este, aparentemente caprichoso, comportamiento de la materia.

Cuando tiro el guijarro calculo el ángulo de inclinación, el peso, la fuerza de lanzamiento, la forma de la piedra, y la velocidad del viento. Tras miles de disparos llegué a la conclusión que en igualdad de condiciones la velocidad en el impacto es lo que explica que la piedra simplemente haga "plop" adentrándose en el líquido elemento con respeto y discreción, como un amante furtivo, o por lo contrario haga un "splash" de entrada, provocando una la algarabía acuática enmarcada en olas jaleantes, como una novia triunfadora entrando el la catedral el día de su boda.

Desgraciadamente todos mis análisis no me han permitido aumentar el número de aciertos. A pesar de que las piedras se lancen a la misma velocidad, irremediablemente unas hacen plop y otras splash.

Hace nada la respuesta a mis inquietudes me vino regalada en una conversación con un amigo físico.

Como siempre existe otro factor a tener en cuenta: el grado de hidrofília del material que compone la piedra.
Cuando la china es hidrófila penetra el agua acariciándola, besándola suavemente y sin estridencias acompasando, al mismo tiempo, un susurro contenido.
Cuando la materia que compone el canto lanzada a la misma velocidad es hidrófoba, atraviesa el fluido provocando una tormenta molecular sin anuncio, como la fuerza desenfrenada de una acción pasional.


Como el grado de hidrofilía no está al alcance de mi observación, he decidido que lanzar piedras a un río acompañado de un perro verborreico y sin tener idea de lo que va a ocurrir, también puede ser entretenido.

jueves, agosto 23, 2007

Despedida a las sombras definidas





Se acaba el verano y se inicia una nuevo curso sembrado de propósitos.

Tomo una libreta y escribo: aprender a tocar el acordeón, hacer submarinismo, compartir piso con novia, comer más pescado, bajar tres kilos, aumentar tres centímetros, abrir el correo a diario, averiguar si tengo abdominales...

Cuando acabo resulta una lista idéntica a la del año pasado. Me deprimo. Asumo que una vez más he elaborado mi ranking anual de intenciones fracasadas. Carezco de constancia.

-Fusco, ¿tú eres constante?

-Absolutamente, siempre que me tropiezo con una nueva y atractiva mestiza me enamoro de ella.

miércoles, agosto 08, 2007

Amigos de ciudad




Hace años, cuando era un niño, tenía un amigo. Inseparables.
Cada día al salir de clase camino de casa, con un fondo de conversaciones interminables sobre un presente teñído de sueños futuros, explorábamos la ciudad entre carreras, retos y peleas.

Con él el primer pitillo, el primer perro aparentemente mudo, y los primeros pechos desnudos. La primera decepción y la primera angustia. Y con él, liberados astutamente de todas las vigilancias, el primer riesgo.

Y cuando la caza de gatos, el colarse en el cine, la búsqueda arqueólogica, y los trucos para no pagar en la salas de juegos nos dejaban saturados, nos adentrábamos en aquel barrio de hombres anónimos, exuberantes mujeres y niños inexistentes en el que, por una comprensible e incuestionable razón, no debíamos ir y al que siempre queríamos volver.

Los años pasaron. Quedan sólo algunos sueños. El tiempo nos mostró, por turnos, como golpea la vida, y con idéntica cadencia, por turnos, sentimos la presencia del otro en cada envite.

Hoy, como casi todas las semanas, hemos quedado para tomar unas cervezas.
Igual que entonces, cuando vamos a vernos el reloj parece caminar más despacio.

miércoles, agosto 01, 2007

Auto retrato





A pesar de verano lluvioso Fusco y yo no dejamos de movernos.

Viajar al extranjero engorda el espíritu.

Mediodía. Caminamos por la ciudad entre autos. La torre de una iglesia está cubierta por un enorme cartel publicitario que fracasadamente intenta disimular el andamiaje.

Fusco mira el anuncio y me mira. Me mira y mira el anuncio. Vuelve a mirar y vuelve a mirarme. Frunzo el entrecejo y disparo:

- ¿Qué te pasa ahora?

- Nada. A veces se me olvida que a los perros todos los humanos nos parecéis iguales.