Descubrimientos matutinos
Mi querido Fusco.
Hoy he amanecido (ironía) en Stadur. Stroguüll me ha mostrado de que va eso de la hospitalidad islandesa acogiéndome en su casa.
Por la mañana hemos visitado a Aurora, la mujer con la que comparte su vida desde hace veintitrés años. Tiene una pequeña casa azul con ventanas blancas a orillas de un lago. Estaba a punto de salir con su coche a instalar el puesto en el mercadillo local en el que vende radios antiguas de válvulas. Es una mujer de una envergadura notable, con rostro sonrosado y de una generosidad que quedó certificada cuando dejó todo para prepararnos un abundante desayuno islandés.
Entre panecillos de maíz, salmón y arenque ahumado y tostadas empapadas en huevo y miel, Aurora me ofreció unos pequeños trozos de pescado adobado.
- ¿Ballena?
- Sí, ¿crees que hay más razones para que sea un salmón el que acabe en tu tripa en vez de una ballena?
Y ante tal argumento, oportunamente expuesto después de haberme zampado tres tostadas de salmón, me comí los taquitos de cetáceo sin más contemplaciones.
Me gusta la ballena, me gusta Aurora y me gusta Stroguüll. Me gusta Islandia.