martes, diciembre 26, 2006

Pléiades




Hace un frío que pela, aunque a Fusco parece traerle sin cuidado.
Está feliz. Siempre que le dejo conducir se embriaga de dicha. La admiración que este chucho parece dispensar a la tecnología automovílistica privaría de discurso al mismísimo Henry Ford.

Fusco coje el volante con una sola pata. Le gusta apoyar la otra en le ventanilla abierta. Al principio me asustaba un poco sobrepasar los cien kilómetros por hora en un coche conducido por un perro, en plena noche y con las luces apagadas.

- Para que queremos las luces si tengo una vista mil trescientas dieciséis veces más sensible que la tuya. Anda, no seas caguetas y ahorra batería.

Tengo que admitir que recorrer la carretera de Monforte, colgada entre la montaña y el río, a ciento veinte kilómetros con noche clara y sin luces produce una extraña, pero muy agradable sensación.

Al llegar al mirador sobre el río nos detenemos a observar las estrellas. Yo abrigado hasta el hermetismo y Fusco, como siempre. en pelotas.

- Fusco. ¿Crees en la amistad?
- Por supuesto, siempre seré tu amigo, mientras me des la comida. Aunque nunca olvidaré que la primera vez que vi las Pléiades estaba aquí, contigo.

domingo, diciembre 24, 2006

¡FELIZ NAVIDAD!





Fusco me ha pedido que baile con él. No me resisto.
Yorick y Trapo están sentadas hablando. Creo que cuchichean sobre nosotros.

- Quiero - me dice susurrando al oído - que felicites a todos las Navidades en mi nombre.
- Está bien, pero pensarán que soy yo el que les felicita. La gente no se cree que un perro pueda hablar.
- Ja ja ja
- ¿Qué te hace tanta gracia ahora, Fusco?
- ¿Para que iban a querer la felicidad los que no creen que los perros hablen? ¡No sabrían que hacer con ella! Sigue bailando, y procura no pisarme de nuevo.

Fusco os desea, a aquellos que sabéis que los perros hablan, que tengáis una feliz Navidad. Al resto, según él, que os den.

jueves, diciembre 21, 2006

Irlanda rememorada

Pais es acantilados, verdor y mar furioso. Es lógico que recuerde a Irlanda. Hace unos días, caminando por los acantilados del norte, Fusco me preguntó en que estaba pensando. Le contesté que había estado en Irlanda hacía unas semanas y que el paseo no hacía sino traerme a la memoria imágenes de aquel país. Mi respuesta, como siempre, no pareció satisfacerle, y me pidió que me extendiese. - Irlanda es como una Galicia mimada. Los carreteras se diseñan en función de las montañas, los ríos y los valles. Las agujas de las torres de sus iglesias siguen dominando el horizonte de sus ciudades. Pasear por sus pueblos y aldeas aniquila el menor vestigio de indiferencia. El aire es tan limpio que las esencias asaltan tus sentidos, y el mar... El mar parece que mece la isla en su regazo, acariciándola, como si se tratase de un delicado infante. Hasta las nubes parecen enchidas de vida en el cielo irlandés, dibujando historias de dragones, gnomos y princesas encantadas. Sus arroyos... - ¡Para ya! - me espetó Fusco - No hay duda de que estuviste bien acompañado. Y diciendo esto apuró el paso para seguir a una ardilla.

martes, diciembre 19, 2006

Regreso de Londres





"La sabiduría de los hombres se mide en su respeto a los perros"

Quizás sea esa la razón que explique la admiración de Fusco por Gran Bretaña, o no.


Creo que Fusco sólo me atiende cuando regreso de un viaje. Durante unas horas me atosiga con interminables interrogatorios.
El tiempo, los transportes, la economía, las costumbres, la limpieza, la arquitectura, el ruido, los parques... Todo parece interesarle.

-¿Por qué te gusta tanto Inglaterra?
- Porque si me volviese loco allí me curaría, y si no daría igual; nadie lo notaría.

Siempre amaré a este perro, adivinen porqué.

miércoles, diciembre 13, 2006

Insomnio






Hoy no he dormido.
Fusco y yo coincidimos en que, a veces, hay una luna que es más interesante.

martes, diciembre 12, 2006

Tormenta en el límite





A Fusco le apasionan las tormentas, sobre todo si son al borde de un acantilado y con abundante lluvia y mar arbolada. Son la excusa perfecta para quedarse tumbado y dormitando mientras se deja acariciar por el calor de la chimenea.
Yo leo alumbrado por una luz gris, tamizada por cristales empañados, y con una copa de oporto en la mano. Me interrumpe:

-No hay nada como una tormenta para disfrazar la pereza de virtuosa prudencia.

viernes, diciembre 08, 2006

Obsesiones



M querido "amo"

Perdona la licencia que me he permitido con las comillas. Nosotros sabemos como es nuestra relación.

Antes de responder a la pregunta sobre tu pariente obsesivo, permíteme que te recuerde que el jueves que viene es el aniversario de Yorick. Te agradecería que comprases un costillar de ternera para celebrarlo adecuadamente. He escrito una canción para ella. La interpretaré acompañado de música de percusión a la vez que bailaré marcando el ritmo con mi cola. Yorick ama la música y adora mi particular estilo de moverme.

Tu primo está preocupado porque no deja de obsesionarse con algunos pensamientos. Te relataré una historia.

Hace algunos años me contó un amigo que su abuelo, que era originario de una lejana región de Asia (hace años que los perros decidimos pasar de esas cosas que vosotros llamáis naciones y países), le había relatado una historia sobre un perro y un hueso.

En la ciudad de Kailfet, en la lejana región de Luyin, vivía una comunidad de perros. Todas las mañanas salían a cazar antílopes. No se atrevían con los más grandes, pero eran francamente buenos cuando se trataba de atrapar a alguna cría de buen tamaño. Una mañana de invierno - los inviernos en Luyin son crudos y el hielo puede cubrir el suelo durante meses- todos lo perros salieron a cazar como de costumbre. Tras una loma encontraron a un grupo de ciervos pastando en la orilla de un rio. En una perfecta maniobra de coordinación, los perros atraparon a un ciervo macho que cayó sin mostrar mucha resistencia, como si supiera lo inútil que sería agotar sus últimas energías en un esfuerzo vano. Todos lo perros tuvieron su ración, desde el más fuerte al más débil y pequeño. Las madres también pudieron aprovisionarse para sus cachorros. Al final, algunos de los perros, los más influyentes, se retiraron con algunos sabrosos huesos que enterraron cuidadosamente.
Cuando acabaron el banquete cada uno se retiró a sus asuntos; unos con sus familias y otros con sus amigos. Los más jóvenes, como siempre se dedicaron a fanfarronear sobre su papel en la cacería para impresionar a las perritas más jóvenes, quienes como siempre, pasaban su mirada por encima de la cruz para ver a los más fuertes y maduros de la comunidad, que eran los que realmente les gustaban.
Durante la noche hubo una fuerte tormenta. No es extraño que haya temporales por aquellas latitudes, pero en aquella ocasión el viento fue especialmente virulento. Arrancó árboles, movió piedras e incluso confundió a los pájaros.
Cuando a la mañana siguiente Uff, que así se llamaba uno de los perros más respetados, vio el paisaje se sintió desolado. Había soñado con premiarse con el sabroso hueso de la paletilla que enterrara el día anterior. Tenía un problema; el árbol a cuya sombra había ocultado su trofeo ya no estaba, y con tanto hielo su olfato no le servía más que para percibir el olor de su propia decepción.
Por unos instantes estudió la situación y con gran alegría empezó a escarbar. Estaba seguro de que había encontrado su hueso. Se equivocó; allí no había nada. Lo intentó en otro lugar, y en otro, y en otro más. Siempre la misma decepción: el hueso no aparecía.
Aquel día no hizo otra cosa que escarbar hasta que llegó la noche y cayó rendido de cansancio. Sus amigos no se estrañaron, le conocían y sabía que cuando se empeñaba en algo era una tarea inútil intentar disuadirle.
Pasaron los días y pasaron las semanas y Uff, no dejaba de escarbar, y cuando descansaba era simplemente para reproducir sus movimientos del día de la cacería para ver si así encontraba su preciado hueso. Después de quince días de infructuosas pesquisas sus amigos empezaron a preocuparse. Se negaba a ir de caza y apenas atendía a las conversaciones cuando se le hablaba.

- Se que está por aquí - decía repetidamente.
- Pero perro, no te das cuenta que estás perdiendo la oportunidad de cazar piezas más preciadas. Ni te has dado cuenta de que han venido unas perritas preciosas a pasar el verano.
- Si, ya, pero tengo que arreglar esto antes. Estoy a punto de encontrarlo.

Ufff, el perro más viejo y sabio estaba consternado. En sus años había conocido a perros obstinados, pero nada parecido a esto. A veces un perro se obcecaba en la búsqueda de un hueso hasta escarbar unos metros de profundidad, pero esto era demasiado.
Pasaron las semanas y Uff seguía con su obsesión. Ni las perras, que tanto le habían gustado, lograban quitarle de la cabeza la idea de encontrar su hueso. Con el tiempo, el resto de la comunidad empezó a ver su comportamiento como algo cotidiano, natural. Se habían dado por vencidos. Nada ni nadie parecía capaz de hacerle ver que estaba perdiéndose todo lo excitante y novedoso que estaba ocurriendo a su alrededor.

Un día, al cabo algunos años, Uff, encontró algo duro mientras escarbaba. En aquella ocasión no se había equivocado. El hueso estaba allí. Se sintió feliz, estaba eufórico. ¿Quién era el tonto ahora? Todos se habían equivocado. Su perseveración, por fin, había tenido recompensa.
Cogió con cuidado su hueso y se recostó sobre un manto de hierba, para, por fin, deleitarse con su trofeo.
Abrió la boca y apretó con fuerza, hasta que sintió un agudo e intenso dolor.

Con tanto tiempo, había perdido los dientes. Ni uno solo le quedaba para poder romper y así saborear su adorado hueso.
Lentamente arrastró la paletilla hasta su agujero y volvió a enterrarla.

Uff estaba tan triste que se murió al cabo de unos días. Pocos animales acudieron a su funeral. Había estado tan ocupado que no tuvo tiempo de tener hijos. A sus amigos apenas les trataba.

Con cariño

Fusco.


P.D.: Recuerda que tienes que traerme el cargador para el móvil.

jueves, diciembre 07, 2006

Mimos


Esta mañana estaba especialmente fría. Cuando llegué para ver Fusco no pude encontrarlo a la primera. Pensé que podría estar hablando por teléfono. En ocasiones se oculta para hablar - nunca he entendido tanta discreción. Otras veces, cuando no sale a recibirme, está bailando o recogiendo setas. Esta es una época muy propicia para las seta, estamos en otoño.
El cambio climático también ha afectado a las lluvias en Galicia. Ahora son más esporádicas, pero torrenciales. Más bien parecen tormentas tropicales. Una cantidad tan abundante de agua impide que el suelo pueda absorberla y se forman charcos con mucha facilidad. Para evitar empaparme los pies tengo que ir dando saltos buscando las zonas más secas. Cuando me ve saltar, Fusco se retuerce de la risa. Le parece absurdo caminar sobre dos extremidades teniendo cuatro. Dice que la naturaleza nos gastó una broma y que nosotros nunca hemos sabido entenderla.
Bien, no quiero alargarme: el caso es que iba yo brincando cuando las carcajadas de Fusco me señalaron con claridad el lugar en el que, cómodamente, retozaba con Trapo y le lamía las orejas.

- Parece que os gusta retozar.
- Y a ti hacer el indio - me espetó Fusco mientras Trapo sonreía complacida.
- ¡Coño, está lloviendo! - traté de justificarme.
- ¡Ah, claro! ¡Cuidado que es agua! ¡Puede que te mate!

Fusco me conoce bien, y no sólo a mi, sino a todos los humanos. En una ocasión me explicó que los perros se pasan mucho tiempo escuchando y que por eso son tan sabios, no como los humanos que más que en atender, nos preocupamos por hacernos notar y por eso somos tan torpes.

- Continúa mimando a Trapo - le dije, intentando desviar la conversación.
- Dirás mimándome -dijo mientras seguía lamiendo la oreja de su compañera con complaciente ternura.
- ¿Mimándote?
- Cuando uno regala a alguien con sus caricias y cuidados no hace, sino, intentar despertar el gesto del agradecimiento que le confirme en su ilusión de creerse importante para el otro. Puro interés, amiguito.

Me di media vuelta y me fui. Metí un pié en un charco.

viernes, diciembre 01, 2006

Saludos desde el límite.


Cuantas veces te he llamado simplemente para oir tu ladrido... Cuantas veces no cogiste el teléfono...
Ser perro no es una excusa, sobre todo si tienes cobertura.

Carta


Si caminas muy despacio cerca de un lago, verás como el agua se aproxima a la orilla con un ritmo preciso. Va y viene regularmente. No te confundas, aunque parece que el agua es siempre la misma, realmente siempre es diferente. Es igual que cuando te miras al espejo. La imagen puede simular ser la misma, pero tú ya no lo eres. Tienes la experiencia de la imagen previa que te ha convertido en otra persona.
Si caminas muy despacio cerca de un arbol, verás como las hojas parecen iguales. No te confundas: no hay dos iguales.
Si caminas muy despacio por las calles de Chicateluan te parecerá todo muy extraño. No te confundas: la estátua ya estaba anoche, tú no.
Si me amas hazlo porque te sorprendo y no porque soy, porque en el tiempo que tardas en besarme ya he dejado de ser yo.

(Correo electrónico de Fusco a Nesca, leído con su permiso)

Estado de incertidumbre


Hoy Fusco estaba preocupado. Parte de la agenda de su teléfono móvil se habia borrado. Me extraño verle tan ausente.

-Nunca se sabe a quien vas a necesitar para que te haga un pie en una cacería.