Tormenta en el límite
A Fusco le apasionan las tormentas, sobre todo si son al borde de un acantilado y con abundante lluvia y mar arbolada. Son la excusa perfecta para quedarse tumbado y dormitando mientras se deja acariciar por el calor de la chimenea.
Yo leo alumbrado por una luz gris, tamizada por cristales empañados, y con una copa de oporto en la mano. Me interrumpe:
-No hay nada como una tormenta para disfrazar la pereza de virtuosa prudencia.
1 comentarios:
¡Quien fuese perro...!
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio