martes, diciembre 12, 2006

Tormenta en el límite





A Fusco le apasionan las tormentas, sobre todo si son al borde de un acantilado y con abundante lluvia y mar arbolada. Son la excusa perfecta para quedarse tumbado y dormitando mientras se deja acariciar por el calor de la chimenea.
Yo leo alumbrado por una luz gris, tamizada por cristales empañados, y con una copa de oporto en la mano. Me interrumpe:

-No hay nada como una tormenta para disfrazar la pereza de virtuosa prudencia.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

¡Quien fuese perro...!

9:41 a. m.  

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